Aquél que oye durante la noche los martillos de los monederos falsos, que son solamente astrónomos activos.
jueves, diciembre 10, 2009
Como un sueño dulce se les iba la vida
El sueño de uno solo es la ilusión, la apariencia; el sueño de dos es ya la verdad, la realidad.
¿Qué es el mundo real sino el sueño que soñamos todos, el sueño común?
(...)
¡Solo! ¡dormir solo! ¡soñar solo! Cuando se duerme en compañía, el sueño debe ser común. Misteriosos efluvios han de unir los dos cerebros. ¿O no es acaso que a medida que los corazones más se unen, más se separan las cabezas? Tal vez.
Tal vez están en posiciones mutuamente adversas.
(...)
Y hay que corroer. Y hay que confundir. Confundir sobre todo, confundirlo todo. Confundir el sueño con la vela, la ficción con la realidad, lo verdadero con lo falso; confundirlo todo en una sola niebla.
lunes, noviembre 02, 2009
No hay que admirar nada
viernes, octubre 23, 2009
The genius of the crowd
There is enough treachery, hatred violence absurdity in the average human
being to supply any given army on any given day
and the best at murder are those who preach against it
and the best at hate are those who preach love
and the best at war finally are those who preach peace
those who preach god, need god
those who preach peace do not have peace
those who preach peace do not have love
beware the preachers
beware the knowers
beware those who are always reading books
beware those who either detest poverty
or are proud of it
beware those quick to praise
for they need praise in return
beware those who are quick to censor
they are afraid of what they do not know
beware those who seek constant crowds
for they are nothing alone
beware the average man the average woman
beware their love, their love is average
seeks average
there is enough genius in their hatred to kill you
to kill anybody
not wanting solitude
not understanding solitude
they will attempt to destroy anything
that differs from their own
not being able to create art
they will not understand art
they will consider their failure as creators
only as a failure of the world
not being able to love fully
they will believe your love incomplete
and then they will hate you
and their hatred will be perfect
like a shining diamond
like a knife
like a mountain
like a tiger
like hemlock
their finest art
jueves, agosto 13, 2009
La poesía es un atentado celeste
Hay la espera de mí mismo
Y esta espera es otro modo de presencia
La espera de mi retorno
Yo estoy en otros objetos
Ando en viaje dando un poco de mi vida
A ciertos árboles y a ciertas piedras
Que me han esperado muchos años
Se cansaron de esperarme y se sentaron
Yo no estoy y estoy
Estoy ausente y estoy presente en estado de espera
Ellos querrían mi lenguaje para expresarse
Y yo querría el de ellos para expresarlos
He aquí el equívoco el atroz equívoco
Angustioso lamentable
Me voy adentrando en estas plantas
Voy dejando mis ropas
Se me van cayendo las carnes
Y mi esqueleto se va revistiendo de cortezas
Me estoy haciendo árbol
Cuántas cosas me he ido convirtiendo en otras cosas...
Es doloroso y lleno de ternura
Podría dar un grito pero se espantaría la transubstanciación
Hay que guardar silencio
Esperar en silencio
miércoles, julio 15, 2009
Agnus Dei
jueves, julio 09, 2009
Capricho
domingo, junio 21, 2009
Polovtsian Dances, extracto
a la tierra donde nacimos.
Allí, donde nosotras cantábamos libremente,
donde nuestra vida fue dichosa.
Allí, donde bajo el cielo ardiente,
el aire se llena de languidez.
Allí, donde envueltas en el murmullo del mar,
las montañas, coronadas de nubes, sueñan.
Allí, donde el sol resplandece
alumbrando nuestras colinas nativas,
donde en los valles las rosas florecen lozanas,
donde los ruiseñores cantan en los bosques...
y crecen la uvas dulces.
Allí, espléndida y magnífica canción...
¡Vuela allí!
Oh! Dime, amigo mío,
una sola palabra
y si lo deseas,
te daré la que tú prefieras.
...
domingo, mayo 10, 2009
Endeavours
viernes, mayo 01, 2009
Polititians' funeral pyre
domingo, enero 04, 2009
Mi primera disipación
Los amigos de Steerforth eran muy animados, alabaron mis habitaciones y creyéndome demasiado joven para presidir la mesa, rogué a Steerforth que lo hiciera, y ocupé el asiento opuesto al suyo.
La comida estuvo riquísima, no escaseamos el vino, y Steerforth procuró llevar las cosas de tal modo, que no hubo intermedio alguno en el festín. Yo estuve algo inquieto; sentado enfrente de la puerta, veía que el joven ajustado para servir la mesa entraba y salía en la despensa con mucha frecuencia, y su sombra se proyectaba después en la pared, siempre empinando la botella. La muchacha que fregaba los platos me causaba también gran inquietud, no porque los dejara sucios, sino porque, no pudiendo dominar su curiosidad, solía asomarse a la puerta de vez en cuando, y temerosa de que la vieran, volvía de prisa a su ocupación, tropezaba con una pila de platos, y ocurría una catástrofe.
Pasó todo, sin embargo, y apenas sirvieron los postres, dispuse que bajaran ambos a la portería a hacer compañía a la señora Crupp, toda vez que el criado no podía hablar siquiera, y quedé tranquilo procurando divertirme todo lo posible.
Empecé a charlar por los codos, me reí con toda mi alma de mis propios chistes, reñí a Steerforth por no pasarme la botella con más frecuencia y anuncié que hasta nueva orden todas las semanas se repetiría el festín. Brindé repetidas veces por Steerforth, diciendo que era mi mejor amigo, que había sido el protector de mi infancia y me complacía en brindar por él.
No contentos con beber, fumamos mucho, y cuando empezaba a notar cierto malestar, cuya causa ignoraba, oí que Steerforth pronunciaba un discurso, encomiándome de tal modo que las lágrimas inundaron mis ojos y los invité a todos para que comieran diariamente conmigo, a las cinco en punto, a fin de tener después una larga velada para divertirnos.
Pasó un rato durante el cual me reproché amargamente haber fumado y oí que alguien proponía ir al teatro. Apagamos las luces, cerramos bien la puerta y bajamos uno tras otro; al llegar abajo hubo alguien que rodó; dijeron que era Copperfield y me enfadé, aunque no dejé de comprender que debían de tener razón.
La noche era oscura y neblinosa; los faroles proyectaban vacilantes reflejos. No sé cómo, me encontré apoyado en el poste de un farol, viendo que Steerforth me sacudía la ropa y arreglaba el sombrero, que estaba abollado sin que pudiera explicarme la razón.
-¿Te encuentras bien Copperfield?- me preguntó Steerforth.
-Me...e...e...jor...r... que... nunca...- repuse, pero no pude darme cuenta de nada hasta encontrarme en un sitio muy alto, en el cual hacía mucho calor, frente a frente de un escenario, donde había mucha gente hablando, sin que pudiera entender lo que decían. Había mucho de todo. El edificio entero y todo cuanto contenía se balanceaba mirándome, y cuando yo intentaba enderezarlo, ocurrían cosas muy raras.
Mis compañeros se empeñaron en que bajásemos al foyer y bajé con ellos; alguien me empujó, y sin saber cómo, me encontré en un palco que tenía la puerta abierta, dentro del cual había dos señoras que me miraban indignadas. Una de ellas era desconocida para mí, lo mismo que el caballero que las acompañaba; la otra se parecía tanto a Inés, que me pareció ella misma, mirándome con expresión de dolorosa sorpresa. La ilusión fue tanta, que exclamé sin darme cuenta:
-¡Inés! ¡Inés!
-¡Silencio! -repuso-; molestas al público. ¡Mira al escenario!
Era Inés en persona, y procuré complacerla; pero fue inútil; la miré a ella y vi que se había retirado al antepalco y apoyaba la cabeza en una de sus manos.
-¿No te encuentras bien?- pregunté.
-Sí, Trotwood; no te preocupes de mí. ¿Vas a irte pronto?
Sentí la necia intención de responder que me esperaría para llevarla del brazo hasta la puerta, y debí expresarlo de algún modo, porque me miró con atención y dijo a media voz:
-Como sé que harás lo que te pida con interés, te suplico que te marches ahora mismo, y digas a tus amigos que te lleven a casa.
Sentí que me enfadaba, pero la vergüenza sucedió al mal humor, y con un "...nas...ches", intentando decir "buenas noches", me retiré seguido de alguien, sin que pueda recordar lo que ocurrió hasta que me hallé en mi dormitorio, acompañado de Steerforth, que me desnudaba mientras yo repetía a intervalos que Inés era mi hermana, y que me llevaran un sacacorchos para descorchar otra botella.
Después, en mi lecho, en un sueño febril, agitado, sin un momento de reposo, creo que volví a repetir todo lo dicho.
Al día siguiente, cuando tuve conciencia de mis actos, sentí remordimiento y vergüenza, y me horroricé al pensar en las innumerables ofensas que debía haber causado, sin recordarlas siquiera. Pensé en Inés y en la amargura de no saber dónde estaba, a fin de visitarla. ¿Cómo estaba en Londres? ¿Dónde vivía? ¡Cómo me disgustaba haberla encontrado hallándome en aquel estado y sentirme imposibilitado de salir de casa y hasta levantarme del lecho! ¡Qué día más terrible!.