domingo, febrero 20, 2011

Carta a la amada inmortal - Extracto

¡Mi ángel, mi todo, mi propio ser! Sólo unas pocas palabras hoy.
¡Qué inútil pérdida de tiempo! ¿Por qué este profundo dolor, cuando la necesidad se pronuncia? ¿Puede nuestro amor perdurar sino a través del sacrificio, de no pedirlo todo el uno del otro? ¿Puede cambiar el hecho de no ser tú completamente mía, ni yo completamente tuyo?
El amor lo demanda todo y con justa razón. Así es para mí contigo y para ti conmigo, pero tú olvidas tan fácilmente que debo vivir para mí y para ti. Si estuviésemos completamente unidos ello te provocaría un dolor tan pequeño como a mí.
Aún no puedo compartir contigo los pensamientos que me han rodeado los pasados días. Mi corazón está lleno de tanto para decirte. Hay momentos en que me parece que dicha prosa se acumula en nada. A veces alegre, a veces triste, siempre anhelante por saber si acaso el destino nos escuchará. Sólo puedo vivir si estoy contigo, o no viviré; por mucho que tú me ames, yo te amo más. Tristemente, así es como debe ser. Debes dominarte más estando en conocimiento de mi lealtad hacia ti. Nadie podrá nunca más poseer mi corazón, nunca, nunca.
Oh Dios, ¿Por qué debe uno estar separado de aquél a quien ama con tanto fervor? Tu cariño me hace a la vez la más feliz y la más infeliz de las personas.
Mi ángel, permanece en calma, se paciente, ámame hoy, ayer. ¡Qué doloroso anhelo de ti!, tú, tú, mi vida, mi todo. Continúa amándome, y nunca maljuzgues el muy fiel corazón de tu amado, siempre tuyo, siempre mío, siempre nuestro.

domingo, enero 16, 2011

Abstracciones

Pero sabía de sobra que el mismo espíritu de agujas y torres que ahora le transportaba hacia una ensoñadora complacencia, en su día volvería a intimidarle. Y se daba cuenta de sus propias inconsecuencias. El esfuerzo no habría de servir sino para poner de manifiesto su impotencia y su incapacidad. Sintió una nerviosa excitación que bien podía ser el lento latido de su corazón: era una corriente cuyas fugaces arrugas, antes de arrojar la piedra, se desvanecen en el mismo momento de levantar la mano. No había dado nada, nada había recibido.

viernes, diciembre 31, 2010

Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,
la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas,
la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes,
los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se
levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.