Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,
la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas,
la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes,
los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se
levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.
Aquél que oye durante la noche los martillos de los monederos falsos, que son solamente astrónomos activos.
viernes, diciembre 31, 2010
miércoles, diciembre 01, 2010
jueves, octubre 07, 2010
¿Qué puedo hacer para retenerte?
Te ofrezco las magras calles, los atardeceres desesperados, la luna de los ásperos suburbios.
Te ofrezco la amargura de quien ha mirado largamente la solitaria luna.
Te ofrezco a mis ancentros, a mis muertos, los fantasmas que otros hombres vivos honraron en mármol.
Te ofrezco cualquier cosa que en mis libros se pueda guardar, cualquier acto de valentía o alegría en mi vida.
Te ofrezco la lealtad de quien nunca ha sido leal.
Te ofrezco esa esencia mía que, de alguna forma, he salvado -esa que no comercia con palabras, ni trafica con sueños, y que permanece intacta ante el tiempo, las alegrías y las adversidades.
Te ofrezco el recuerdo de una rosa amarilla vista en un atardecer, años antes de que nacieras.
Te ofrezco explicaciones sobre ti, teorías sobre ti, auténticas y sorprendentes noticias sobre ti.
Te puedo dar mi soledad, mi oscuridad, el hambre de mi corazón;
Intento sobornarte con incertidumbre, con peligro, con derrota.
Te ofrezco las magras calles, los atardeceres desesperados, la luna de los ásperos suburbios.
Te ofrezco la amargura de quien ha mirado largamente la solitaria luna.
Te ofrezco a mis ancentros, a mis muertos, los fantasmas que otros hombres vivos honraron en mármol.
Te ofrezco cualquier cosa que en mis libros se pueda guardar, cualquier acto de valentía o alegría en mi vida.
Te ofrezco la lealtad de quien nunca ha sido leal.
Te ofrezco esa esencia mía que, de alguna forma, he salvado -esa que no comercia con palabras, ni trafica con sueños, y que permanece intacta ante el tiempo, las alegrías y las adversidades.
Te ofrezco el recuerdo de una rosa amarilla vista en un atardecer, años antes de que nacieras.
Te ofrezco explicaciones sobre ti, teorías sobre ti, auténticas y sorprendentes noticias sobre ti.
Te puedo dar mi soledad, mi oscuridad, el hambre de mi corazón;
Intento sobornarte con incertidumbre, con peligro, con derrota.
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